6/08/2010

Paletadas populares

María José Navarro

Paletadas populares

3 Junio 10
 
Cuentan las crónicas que los vecinos de Alhaurín el Grande están indignados después del lamentable episodio de la suelta de vaquillas en las fiestas del pueblo y que ha dado la vuelta al mundo para bochorno de todos. La muerte de una de ellas nos ha puesto a la altura de los países sin civilizar, además de dar una imagen sumamente cateta de eso que damos en llamar tradiciones y que no son más que reuniones de brutos a los que les sobra sebo y les falta un champú. Parece que la vaquilla tuvo el buen gusto de no morirse de vergüenza mientras recibía una somanta de palos y prefirió hacerlo después de chocar frontalmente con un igual, mucho más digno que fallecer a manos de cabestros con nómina.

Lo que menos importa, la verdad, es la causa de la muerte, porque vistas las imágenes del comportamiento humano dan ganas de meter la cabeza en un cubo con agua de fregar y practicar el buceo en apnea. Comprendo la preocupación de los vecinos de Alhaurín el Grande: que tu pueblo aparezca en los medios de comunicación por un caso de barbarie tan grosera no es plato de buen gusto. Aun así, qué dense tranquilos, porque España está llena de festejos de estas características, a cada cual más lamentable y, lo que es más triste, protegidos por las propias comunidades autónomas y los ayuntamientos gracias a su potestad para hacer y deshacer leyes y normas a medida. Cada una de las regiones es libre y soberana para legislar según sus intereses, y eso, que suena estupendamente en teoría, luego sirve para que estén protegidas estas salvajadas bajo el epígrafe «fiestas populares» a través de las cuales se elevan los ingresos por ingestas varias y visitas de postín. Es más grave aún. El Gobierno central modificó en 2003 el Código Penal a fin de establecer penas de cárcel para los que infligieran daño a los animales, pero únicamente a los domésticos, así que al resto se les puede torturar con facilidad, ya que lo máximo que te puede caer es una multa, y no muy alta, que está la cosita muy mala.

Como estoy absolutamente segura de que los gañanes que maltrataron a la vaquilla se van a ir de rositas, me queda proponer que se les obligue a participar en el «mozo embolao», espectáculo al que gustosamente asistiré debajo de una pamela, de esas que se llevan a las carreras de Ascot. Yo no soy antitaurina, pero si lo fuera, tendría una razón más. Otro favor que hay que agradecerle a estos valientes.
 
 

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