CENA DE NAVIDAD

La gran mesa está preparada. La vajilla especial la decora, acompañada de la reluciente cristalería que albergará ese sinuoso y aromático vino que alegrará aún más la velada. Todo está preparado, a falta del verdadero protagonista de la noche: el menú. Este año hay de todo:

De primero, degustaremos trozos de la pata de un cerdo que, tras pasar toda su vida encarcelado y bajo el mando duro y sin compasión de su ya antiguo "amo", acabó visitando a ese matarife que le convirtió en el protagonista de su macabra fiesta de sangre y sufrimiento.
Acompañamos este primero con unos suculentos canapés de hígado de un pato al que se le obligó por la fuerza a engullir abundante comida mediante un embudo que se le incrustó en la garganta hasta que su hígado no dió para más, hasta reventarle por dentro. En fin, una delicia de paté...
Además, completaremos este primero, con unos sabrosos langostinos pescados en mogollón con unas enormes redes que provocaron una angustiosa e indescriptible muerte por asfixia, mientras sus asesinos se frotaban las manos ante semejante botín.


De segundo, lo verdaderamente bueno: un exquisito filete de cadáver en salsa para los paladares más exigentes. Un filete que procede de un inservible animal no humano que, después de explotarlo durante toda su insignificante vida en una fabulosa granja industrial, ha dejado de ser útil, ya no vale más que para lo que ha terminado siendo: un sabroso filete.

De postre, qué mejor que un finísimo pastel de frambuesas y nata de leche procedente de una vaca que en su vida ha conocido la libertad y a la cual se la ha violado continuamente para utilizar esa leche que fabrica para alimentar a unos bebés suyos que irán directamente camino del matadero.

Una vez saciados de cena, toca el brindis. Brindemos por la familia, por la paz, por el fin del hambre y la violencia. Y brindemos por este maravilloso menú que nos pertenece como especie dominante y privilegiada del planeta que somos